17 agosto 2012

¿Se puede amar a un Lannister? Parte 3

He recibido mensajes de mucha gente pidiendo que continúe la historia, y lo he hecho, aunque debo advertiros, insensatos que os disponéis a leerla, que esta vez es un capítulo bastante flojo y puede que no os guste.
Avisados estáis, así que, sin más preámbulos ahí va la tortu... digooo el texto. ^-^


Jaime visitó la armería y el patio de entrenamiento comprobando que todo estaba en orden, mas no podía concentrarse en lo que estaba haciendo, la gente le hablaba y él sólo oía ruido, todo el mundo le miraba extrañado cuando no respondía a sus preguntas.
Por fin, a media tarde le llegó un mensaje de su hermana, quería que fuera a visitarla a sus dependencias, igual así podía quitarse esa sensación extraña que le llevaba recorriendo todo el día.
El olor a incienso que impregnaba el pasillo que llevaba a la habitación de Cersei le informó de las intenciones lascivas de esta; a veces le daba la sensación de que sólo servía para complacerla.
Si bien es cierto que hasta ahora no se había quejado, hoy no creía poder soportar ser tratado como un juguete sexual ni como paño de lágrimas, había descubierto que más allá de las faldas de su gemela podía haber también cosas (y gente) que le atrajesen.
Llamó con los nudillos a la puerta, y oyó una voz femenina que le invitaba a entrar, lo que seguramente significaba que ella le esperaba desnuda en la cama. Después de tantos años, lo que comenzó siendo excitante y que daba pié a volverse más picante e imaginativo, se había tornado en rutina.
Entró y descubrió que sus elucubraciones eran ciertas, sobre el catre se hallaba su hermana, en cueros y en una pose sensual, pero fingió no verla y se encaminó hacia la parte más alejada de la estancia, cogió una silla y se sentó sin decir una palabra.
-Jaime, ¿estás jugando a un juego nuevo? - Dijo Cersei con voz melosa, pero algo molesta mientras se dirigía hasta donde estaba su hermano, contoneándose, al acercarse fue a posar una mano sobre el hombro del rubio, pero este la apartó con un mal gesto.
-No, hermana, estoy harto de jugar, no soy un muñeco al que puedas manejar tirando de los hilos, no puedes llamarme cuando te plazca como si fuese un perro faldero y echarme en cuanto quedas satisfecha. - Ella fingió un mohín de enfado y se puso una bata transparente que apenas la cubría su perfecto cuerpo.
-¿Qué te pasa? ¿Has bebido con Tyrion otra vez o es que te has golpeado la cabeza en un entrenamiento? ¿es que acaso ya no te parezco atractiva? Te recuerdo que sueles ser tú el que se arrastra hasta aquí pidiéndome lo que otras no saben darte. -Se agachó frente a él, dispuesta a soltar las cuerdas que ataban su pantalón, cuando, como un resorte él se levantó y en el impulso la silla golpeó a Cersei  y la derribó. Visiblemente enfadada, se incorporó y le propinó un sonoro bofetón que le dejó la marca de la mano en la mejilla como hecha con un hierro caliente.
-Vete, márchate ya, que ya volverás suplicándome y con el rabo entre las piernas y seré yo la que te rehuya como si fueses un apestado.
- Puta – Musitó él, y salió de la habitación justo a tiempo porque a escasos centímetros de donde estaba parado unos segundos antes se estampaba un jarrón.