16 septiembre 2012

¿Se puede amar a un Lannister? Parte 6

Bueno, ha sido mano de santo eso de colgar un post nuevo para que me viniese la inspiración y salvase el capítulo por fin, es que me meto yo sola en cada berenjenal con los personajes que luego no sé cómo salir.
Sin más dilación paso a los agradecimientos y a la historia:
-@ropadeletras: La base de esta historia, que sin ella no existiría.
-@jefemaestro86: Mi solete twittero que es como si fuese mi editor, ¡¡muchos jijijis, guapo!!
-@athenaspain: Una gran escritora que hace que los que odian a Petyr le amen y los que lo amamos le queramos aún más.
-@nanaurithen: Otra escritora maravillosa que me tiene en vilo desde la primera línea.
-@lgandara93: Tributo y autora del mejor fic de Los Juegos del Hambre que puedas encontrar, angustioso, delirante y fascinante.
-@carose128: Un amor de persona que me dice cuando lee algo que no le gusta, así que le nombro mi segundo editor.

Que si... que ya vaaaa... hala, impacientes, tomad:

-->
Eddard Stark empezaba a sentir que se hacía mayor, no podía ser posible que esa niña pequeña a la que hace pocos años sentaba sobre sus hombros para que pudiese ver cómo llegaban los caballos al castillo ahora fuese toda una señorita, realmente no quería tener con ella la consabida charla sobre flores y abejas, si Cat estuviese aquí sabría qué hacer. Además, no podía creer que un miembro de la casa Stark pudiera estar interesada en un Lannister.
Suspiró profundamente cerrando los ojos y al abrirlos su indignación creció, ¿Qué hacía Jaime Lannister llevando a su hija Arya como si se tratase de un saco de patatas?
-Matarreyes -Dijo, visiblemente enfadado. -¿Qué estáis haciendo? Soltad ahora mismo a mi hija.
-Con sumo placer lo haré, pero vos deberíais educarla mejor, no soy una Septa, no tengo por qué estar cuidando de ella.
-¿Cuidando de ella? Por cómo la traíais parecía más bien que deseabais hacerla daño, no volváis a acercaros a nadie de mi familia bajo ninguna circunstancia, vosotras marchaos a vuestros aposentos, hablaremos más tarde, jovencitas – Con un gesto enérgico señaló con el brazo la entrada al castillo mientras miraba a las dos muchachas con gesto severo. Ambas desaparecieron sin rechistar y mirando cabizbajas al suelo, conscientes de que su comportamiento no había sido el que se esperaba de ellas.
Ned no era consciente de lo duras que habían sonado sus palabras ni de la imprudencia que estaba cometiendo, sólo estaba cegado por la ira. Nunca había sentido simpatía por los Lannister, pero en el caso de Jaime lo que le provocaba era una repugnancia absoluta, no soportaba a la gente sin honor y después del incidente con el rey Aeris, estaba claro que no se podía fiar de él.
-Cuidado, -Repuso el apuesto León. - Pues aunque seáis la mano del Rey no podéis tratar así a un miembro de la guardia, no seáis impulsivo, Ser, aceptad el consejo de este que, aunque no lo creáis, os aprecia, procurad mantener en cintura a vuestros parientes o algún día se verán en un aprieto mayor que el de enfadar a un Lannister.
Vuestra hija se hallaba en los sótanos sucia y buscando gatos, podía haberle pasado algo y yo sólo he velado por su seguridad y honor, pero visto cómo me lo agradeceís, la próxima vez dejaré que manche el buen nombre de vuestra casa, a la vez que su jubón. -Ya se disponía a irse cuando en su hombro se posó el brazo de su interlocutor, el cual, haciendo de tripas corazón profirió unas palabras que sabía mientras salían de su boca que algún día le traerían problemas.
- Gracias, Jaime, en verdad siento haberos injuriado, veo que vuestras intenciones son buenas en cuanto al bienestar de mis hijos y demás parientes y admito que he sido injusto con vos. No debí dudar de vuestros actos. - Sin dignarse a contestar, el rubio dio la vuelta y se encaminó hacia las caballerizas con gesto altivo.
- Pues sí que son orgullosos en la casa del León, va a tener razón Arya – Pensó Ned mientras movía la cabeza en un gesto de negación y dirigía sus pasos hacia la almena para hablar con su hija; ya se encargaría más tarde de aleccionar a su otra familiar.