17 enero 2013

¿Se puede amar a un Lannister? Parte 8


He vuelto, disculpad el haberos dejado colgados sin novedades y sin seguir la historia...
Pero lo importante es que estoy aquí otra vez con la ansiada cena.
¿Qué ocurrirá? No os lo perdáis.
Como siempre, una breve dedicatoria:
A @ropadeletras porque este fic es suyo y de Jaime.
Y a todos los que me leéis, muchas gracias y espero que os guste: 



La noche llegó, y con ella la hora de la cita. Jaime se encontraba perdido en un mar de dudas, ¿Debía seguir adelante o era mejor cancelarla y disimular? Lo mejor sería fingir burlarse de ella y echarla de sus aposentos antes de que pudiese entrar. Pero ¿Sería capaz de dañar así a aquella frágil jovencita? Tal vez unos días atrás ni se lo hubiese pensado, pero algo le hacía resistirse a la idea. Cerró los ojos tratando de centrarse, pero sólo veía su dulce cara con esos labios tan jugosos que daban ganas de morder...
Decidido, se encomendó a los Siete, aunque nunca fue creyente, se levantó del diván y procedió a prepararse para la inminente llegada de la chica.

Mientras, Arya se esforzaba por ayudar a su amiga a acicalarse para la cita aunque a su manera, pues estaba convencida de que debería calzarse con botas de montar a caballo y no con los delicados zapatos de terciopelo que hacían juego con el vestido alegando que en caso de tener que huir resultaría más cómodo y habría menos probabilidades de perder uno por el camino, pero tras escuchar el alegato de Cris se resignó a dejarla hacer lo que quisiera.

Alguien llamó tímidamente a la puerta y cuando Jaime fue a abrir se encontró con la mujer más hermosa que jamás osó ni siquiera soñar. Sabía que era bella pero a la luz de las velas y con el rubor de sus mejillas le pareció un ángel que venía a redimirle por todos los pecados cometidos.
Le dedicó una sonrisa que derretiría el Muro y extendió su mano para coger la de ella y depositar un beso sobre su fina piel.
Al contacto con los labios del rubio, ella creyó desmayarse de la emoción y tropezó con la alfombra siendo recogida por los vigorosos brazos de él quedando ambos en una postura algo forzada y con los labios prácticamente rozándose. Esa fue la señal que ambos estaban esperando. Se fundieron en un apasionado beso, sintiéndose desesperados por encontrarse el uno al otro, perdiendo todas las ataduras sociales y la etiqueta, ahora eran libres.
Poco a poco fueron despojándose de toda vergüenza y de toda vestidura y al verse desnudos sintieron que estaban hechos el uno para el otro, que sus cuerpos encajaban como si estuviesen hechos para estar juntos.
Se besaban y mordían con pasión, y, tumbados por fin en la cama culminaron el momento haciendo el amor. Pero más allá de ser solo un acto carnal se trató de una experiencia espiritual, ambos sintieron sanadas sus heridas más profundas, renaciendo como personas nuevas con cada roce de su piel.
Las horas pasaron y la cena se enfriaba pero no les importó. Se amaron una y otra vez esa noche sin apenas pronunciar una palabra, temerosos de romper la magia del momento, de despertar de ese sueño de amor.